Es importante reconocer que las parejas cristianas pueden enfrentar desafíos similares a las parejas no cristianas, como la comunicación deficiente, los conflictos de personalidad, la falta de intimidad, la infidelidad y la falta de compromiso. Sin embargo, también hay problemas específicos como presiones culturales para mantener las apariencias de una «familia perfecta», conflictos relacionados con la crianza de los hijos, la falta de tiempo para la oración y el estudio bíblico en pareja, y la tentación de poner a Dios en un segundo plano en la relación.

 

 

La Biblia tiene mucho que decir sobre el matrimonio y los problemas que pueden surgir en él. En Efesios 5:21-33, se establece que el matrimonio es una imagen del amor entre Cristo y su iglesia, y se insta a los esposos a amar a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. También se insta a las esposas a someterse a sus esposos como a Cristo. Este pasaje de la Biblia establece una base sólida para la relación matrimonial, basada en el amor y la sumisión.

 

 

También habla sobre la importancia de la comunicación en el matrimonio. En Proverbios 15:1 se establece que «la respuesta suave calma el enojo, pero la palabra hiriente enciende la ira». En otras palabras, es importante que las parejas hablen entre sí con amabilidad y comprensión, en lugar de atacarse o ser crueles. En Santiago 1:19-20 se insta a las personas a ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse.

 

 

La Biblia también ofrece consejos prácticos para solucionar problemas en el matrimonio. En Mateo 18:15-17 se establece que si  un hermano o hermana en Cristo peca contra ti, debes ir y hablar con él o ella en privado. Si no se resuelve el problema, se deben involucrar a otros hermanos en Cristo para ayudar a mediar la situación.

 

 

En resumen, la palabra de Dios establece una base sólida para el matrimonio, basada en el amor y la sumisión, y ofrece consejos prácticos para solucionar problemas y resolver conflictos. Como cristianos, debemos buscar la guía de Dios en nuestro matrimonio y esforzarnos por seguir sus enseñanzas para construir relaciones matrimoniales saludables y duraderas.