La navidad es sin duda una de las épocas más hermosas del año, luces, alegría, amabilidad, convivencia con personas especiales, amor al prójimo son algunas de las cosas que marcan esta temporada.

 

Y es que lo que celebramos es la venida del Salvador a este mundo. Él mostró una manera de vivir siendo diferentes. Parte de esa esencia sin duda es la generosidad, el arte de dar.

 

Generosidad no sólo es una acción sino un hábito de dar a otro, ofrecer aún más de lo que se espera o se requiere, es desprendernos con gozo y amor de lo que tenemos, simplemente buscando el bien y la alegría de alguien más.

 

El primer paso es preguntarse: ¿Qué tengo?

Sin duda todos tenemos algo que dar. No se trata de tener mucho o poco, lo que tienes de seguro puede ayudar y hacer feliz a alguien. Pueden ser cosas materiales como alimentos, ropa, cobijas, juguetes, dinero, entre otras. También pueden ser coas no materiales por ejemplo una palabra de ánimo, ayuda a alguien que lo necesita, compañía, una sonrisa entre otras cosas m.as.

 

Lo que veo:

El segundo paso para llevar una vida de generosidad es prestar atención a lo que vemos. Siempre tenemos necesidad de algo, sin embargo, es necesario dejar un momento a un lado esa necesidad propia y voltear a ver la necesidad del quienes están a nuestro alrededor.

 

Tomate un tiempo y mira a tu alrededor, tu familia, tus amigos, tus vecinos, la gente que te topas en las calles, tus hermanos de la iglesia, tus compañeros de trabajo o escuela. ¿Logras ver la necesidad? Quizás Dios puso esas necesidades a tu alrededor para obrar a través de ti.

 

Lo que decido:

El último paso se trata simplemente de decidir dar. Aquí es donde muchos retroceden, pues no es fácil despojarnos de lo que es nuestro. Algunas razones para no dar son la envidia, la codicia, la flojera, la falta de tiempo. Sin embargo, una persona generosa siempre buscará la manera de dar sin poner excusas. Recuerda que Dios no se quedó con nada, Él entregó a su propio Hijo para salvar a la humanidad.

 

Proverbios 11:24

Quienes son generosos, reciben abundancia; quienes ni sus deudas pagan, acaban en la miseria. El que es generoso progresa, el que siembra también cosecha.