Cada día miles de personas reciben diagnósticos médicos devastadores e inesperados. Algunos ya tenían algún presentimiento; a otros simplemente les cayó como un baldazo de agua fría.

 

Los días en los que recibimos diagnósticos complicados son de los más oscuros que hemos de vivir y son parte de este mundo caído donde todos sufrimos de una u otra manera. Puede que tú estés enfrentando un diagnóstico difícil o que acompañes a alguien que recibió una noticia devastadora sobre su salud. Sin embargo, ante los diagnósticos difíciles, el evangelio nos garantiza promesas de consuelo, paz y esperanza.

 

Si nuestra mente solo tiene «porque de tal manera amó Dios al mundo…», no podremos navegar por el sufrimiento, sino que cualquier pensamiento nos derribará. Aunque Juan 3:16 es una verdad gloriosa, no habla de las aflicciones que el creyente enfrentará en esta vida. Necesitamos de toda la Palabra para traer consuelo específico para situaciones específicas (2 Ti 3:16-17).

 

La lectura, la memorización y el estudio de las Escrituras nos apuntan a nuestro Salvador y son el ancla de verdad que nos permitirá lamentarnos, adorar, tener esperanza, alabar, agradecer, tomar decisiones y recordar las promesas de Dios en el dolor, sin que estas cosas se sientan falsas o forzadas (Sal 119: 50, 116).

 

El consuelo del Espíritu

Afrontar un diagnóstico doloroso requiere tiempo y constancia. No nos apresuremos a ponerlo todo en orden, no finjamos que todo está bien, no nos aceleremos a dar consuelo al sufrimiento físico con una respuesta espiritual. Más bien, dejemos nuestras dudas a los pies de Cristo y lloremos, descansemos y esperemos en Él.

 

A los pies de Cristo, podemos confiar en el Espíritu Santo para atravesar los valles oscuros, como cuando levantarnos de la cama parece imposible o tengamos que lidiar todos los días con los estragos de un tratamiento invasivo.

 

¿Qué mejor compañero para caminar por esos momentos que el Consolador divino (Jn 14:26)?

Él utilizará las verdades de las Escrituras para recordarnos de Su constante compañía. Él nos mostrará la verdad, nos santificará y pulirá (Tit 3:5), nos recordará nuestra identidad en Cristo (1 Co 3:16), nos consolará (Jn 14:26), nos fortalecerá para ser testigos del poder de Dios (Hch 1:8), nos ayudará a orar e intercederá por nosotros (Ro 8:26-27) y, antes de que nos demos cuenta, habrá traído Su fruto a nuestras vidas (Gá 5:22-23).

 

Cristo nos ha dado las herramientas para caminar con confianza y descanso en Su soberanía, sabiduría y perfecto amor. Sabemos que Cristo ha vencido al mundo y llevó todas las aflicciones que están escritas en nuestra historia, para que podamos estar libres del pecado con Él y sanos en la eternidad.

 

 

 

Fragmento tomado de página TGC

Coalición por el evangelio – Gabriela Puente