«Clean eating» o “comer limpio” es una tendencia alimentaria que ha ganado popularidad en redes sociales y comunidades de bienestar. A simple vista, suena como una opción ideal: prioriza alimentos naturales, evita procesados y promueve una vida más saludable. Pero… ¿realmente es tan bueno como parece?

🍎 ¿En qué consiste el «clean eating»?

La filosofía del clean eating se basa en consumir alimentos lo más “puros” posible:

  • Frutas y verduras frescas

  • Proteínas magras como pollo o pescado

  • Granos integrales

  • Evitar azúcares refinados, aditivos, harinas blancas y comidas procesadas

No es una dieta estricta con reglas específicas, sino más bien un estilo de vida alimenticio, pero aquí es donde nace la controversia…

¿Por qué está generando debate?

Aunque la intención inicial es saludable, el término “comida limpia” puede volverse peligroso cuando se interpreta literalmente.

1. Implica que hay alimentos “sucios”

El lenguaje de “limpio” y “sucio” ha sido criticado por nutricionistas y psicólogos, ya que puede inducir sentimientos de culpa, vergüenza o control obsesivo por lo que se come. Esto ha derivado en casos de ortorexia, un trastorno alimenticio donde la persona solo quiere comer lo que considera “perfecto”.

2. Desprecia las realidades económicas y culturales

No todos tienen acceso a comida orgánica o “libre de aditivos”. Para muchas familias, lo importante es alimentarse bien con lo que se tiene. Etiquetar ciertos alimentos como “malos” puede crear barreras y juicios innecesarios.

3. No siempre es científicamente sustentado

Algunas versiones extremas del clean eating promueven eliminar grupos alimenticios sin base médica (como los lácteos o los carbohidratos), lo cual puede causar desequilibrios nutricionales.

Entonces, ¿cómo lo vemos desde la fe?

En 1 Timoteo 4:4 dice:
«Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias.»

Como creyentes, sabemos que la comida no nos hace más puros o impuros espiritualmente. Lo importante es la intención del corazón, el cuidado del cuerpo como templo del Espíritu, y también la sabiduría para no caer en extremos.

Conclusión

Comer saludable es una forma de honrar a Dios con nuestro cuerpo, pero debe ser algo balanceado, realista y sin esclavitud emocional. En vez de seguir etiquetas de moda, aprendamos a nutrirnos con gratitud, sin miedo ni culpa. Porque lo limpio no siempre está en el plato… a veces empieza en el corazón.

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