Por lo general, antes de cerrar mis ojos, hago un repaso del día que Dios me permitió vivir; y cada noche me sorprendo por el amor y la fidelidad inagotable de nuestro Padre Celestial. Su provisión no se detiene y siempre da más de lo que espero o pido en oración. Esto me ha llevado a caminar por fe, a descansar en Él completamente porque sé que su corazón generoso me sostiene.
Pero esa provisión a la que me refiero va más allá de las necesidades materiales; el poder sentir su amor, su presencia, su guía espiritual, su calor en cada mañana, su presencia cuando caen las gotas de lluvia acariciando mi rostro…; y su consuelo en los días amargos, en las desilusiones o injusticias del transitar en este mundo de egoísmos. Es esa provisión integral, que solo puede otorgar Dios, la que me permite caminar cada día y sonreír con gratitud.
Gratitud…, de que otra forma podría pagar tanto amor y generosidad derramada. Gratitud buscando cumplir con su llamado, con la misión designada, con ese propósito de su voluntad para mi vida. Gratitud tejiendo hilos de amor indestructibles. Gratitud compartiendo de su amor con aquellos que lo necesitan. Gratitud viviendo una vida en completa adoración.
Tratar de comprender su generosidad, de entender su provisión solo me llevan a sentir con más intensidad su amor; y no me queda más que responder de la misma manera, con bondad en todas mis acciones, con desprendimiento para bendecir a otros y con gozo frente a toda situación.
¡Experimentar el amor a través de su provisión inagotable… me lleva a caminar con un corazón agradecido!
“Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén”. Romanos 11:36 NVI
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