Por: Ivonne Bayas

Podría mencionar muchos factores o razones que motivan a las personas a ser infieles y llego siempre a una sola conclusión: así busque y rebusque, todas esas razones y factores serían banales justificaciones.

Por placer, “amor romántico”, efímero y sin compromiso, las familias son llenadas de dolor, amargura, vergüenza y depresión.

Para evitar este tipo de hechos, debemos recordar que el matrimonio es un pacto que une a una pareja tanto espiritual como físicamente y cuando se presenta la infidelidad, provoca un golpe devastador que rompe la unidad del matrimonio, a menudo generando daños irreparables.

Ahora, si una mujer o un hombre deciden permanecer junto a su cónyuge, incluso después de que tuvo un romance, una de las primeras cosas que debe saber es que debe estar dispuesta o dispuesto a perdonar el pecado.

La Biblia nos dice que los cristianos deben perdonarse, tal como Dios nos ha perdonado (Mateo 6:14-15). Esto implica la decisión de la mujer u hombre  ofendido para poner detrás y abandonar los sentimientos de ira y los celos.

Aunque el adulterio es un pecado con el potencial de romper familias, no tiene que ser el final de un matrimonio. La pareja que sufre este tipo de embates, debe esforzarse por reconstruir su relación sobre la base firme de fe y obediencia a Jesucristo. Solamente la gracia y la misericordia de Dios y una fuerte fe en Cristo ayudarán a sobrellevar esta difícil situación.

La gracia, la misericordia y la fe son los dones de Dios otorgados por el Espíritu Santo, y están disponibles para aquellos que realmente buscan glorificar al Señor a través de todas las dificultades de la vida.

“Hijo mío, está atento a mi sabiduría, y a mí inteligencia inclina tu oído,
para que guardes consejo, y tus labios conserven la ciencia. Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su paladar es más blando que el aceite; mas su fin es amargo como el ajenjo, agudo como espada de dos filos. Sus pies descienden a la muerte; sus pasos conducen al seol”.

Proverbios 5:1-4