Durante las tormentas de nieve, los granjeros del medio oeste de los Estados Unidos solían atarse a una cuerda sostenida de la puerta trasera de sus casas para dirigirse al cobertizo. Sin esto, muchos morirían congelados, desorientados y perdidos en los patios de sus propias casas porque la tormenta les impedía ver.

Peter Scazzero en su libro Espiritualidad Emocionalmente Sana, sostiene que muchos de nosotros hemos perdido nuestro camino en las tormentas que nos rodean. Esas tormentas comienzan a formarse cuando decimos sí a muchas cosas.

Las demandas del trabajo, familia, iglesia, llenan nuestras vidas de actividades de lunes a lunes. Nos esforzamos para usar cada minuto de nuestro día de la mejor manera. Nuestra sobre productividad se vuelve contraproducente al ocasionar en nosotros sentimientos de preocupación, adicción al apuro y hambre por tener más tiempo. Terminamos cada día exhaustos.

A pesar de reconocer que debemos reducir la velocidad, no podemos parar. Si no estamos ocupados, nos sentimos culpables. Si añadimos a esta adicción de estar siempre ocupados las dificultades que se presentan en la vida de forma inesperada, terminamos perdidos y confundidos como los hombres en medio de tormentas de nieve.

En esos momentos necesitamos una cuerda que nos lleve de nuevo a casa. El descanso sabático y la lectura diaria de las Escrituras son herramientas que nos permiten reorientar nuestras vidas para dirigirlas hacia Dios. Son las anclas que nos permitirán sobrevivir ante los huracanes de las demandas diarias. Cuando estas disciplinas son integradas en nuestras vidas como algo que queremos hacer y no otra cosa que debemos hacer, encontraremos el ritmo que nos une al Dios vivo.

Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de toda su obra creadora. Génesis 2:3 NVI