Hoy en día, vivimos en una sociedad que constantemente nos dice que debemos estar alegres, motivados y optimistas todo el tiempo. Las redes sociales, los libros de autoayuda y los discursos motivacionales nos bombardean con mensajes como: «¡Sé feliz! ¡Nunca te rindas! ¡La actitud lo es todo!» Y aunque estas palabras puedan sonar inspiradoras, la realidad es que a veces esa presión por estar siempre positivo puede ser más perjudicial que útil.
En lugar de ayudarnos, esta falsa motivación ignora una parte fundamental de nuestra vida: nuestras emociones humanas. Como cristianos, sabemos que no somos máquinas de positivismo constante, sino que estamos creados por Dios con una amplia gama de sentimientos y experiencias. En la Biblia, vemos cómo grandes hombres y mujeres de fe, como David o Job, expresaron su tristeza, miedo, ira y angustia. El Señor nunca les pidió que ocultaran sus emociones, sino que les ofreció consuelo y sanidad en medio de su dolor.
La presión de ser siempre «feliz»
Es fácil caer en la trampa de pensar que si no estamos siempre motivados o felices, estamos fallando de alguna manera. A menudo, el mundo nos dice que si no te sientes optimista todo el tiempo, algo está mal contigo. Pero la felicidad no es una obligación constante. Dios nos creó para ser seres emocionales, y eso significa que podemos experimentar altibajos. La alegría no es un estado perpetuo, sino una bendición que puede llegar en momentos específicos, pero también hay momentos en los que necesitamos descansar, procesar y aprender a través de la tristeza y las dificultades.
En Eclesiastés 3:1-4, la Biblia nos enseña que «todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar.» Esto nos recuerda que hay momentos para la tristeza y para la alegría, y ambos son parte de la vida.
La falsa motivación y la fe cristiana
La falsa motivación, esa que solo nos dice que hay que estar siempre felices y productivos, no refleja el corazón de Dios. En las Escrituras, vemos que incluso los siervos más fieles pasaron por pruebas difíciles. El apóstol Pablo, por ejemplo, habla en 2 Corintios 1:8-9 sobre cómo estuvo en una situación tan difícil que llegó a sentir que su vida estaba en peligro: “Hermanos, no queremos que ignoren acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia, que fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida.”
Pablo no escondió sus emociones ni pretendió estar siempre «motivado». Más bien, reconoció sus luchas, y en medio de ellas, encontró consuelo en Dios. La verdadera motivación cristiana no es ignorar los problemas, sino confiar en que Dios está con nosotros en medio de ellos.
Jesús también experimentó emociones
Es importante recordar que Jesús, el Hijo de Dios, también experimentó emociones humanas. En Juan 11:35, uno de los versículos más cortos de la Biblia, se nos dice que Jesús lloró ante la tumba de su amigo Lázaro. Jesús, aunque perfecto, no evitó el dolor ni reprimió su tristeza. Este acto muestra que no hay vergüenza en sentir tristeza o angustia. Al contrario, Dios está cerca de los quebrantados de corazón (Salmo 34:18).
A lo largo de los Evangelios, vemos que Jesús también mostró frustración, enojo y cansancio. Sin embargo, nunca dejó que esos sentimientos lo apartaran de su misión, y lo que nos enseña es que podemos llevar nuestras emociones a Dios. Él nos entiende, nos acompaña en nuestras luchas y nos da la fuerza para seguir adelante.
La importancia de ser real con nuestras emociones
La falsa motivación a menudo nos empuja a esconder nuestros sentimientos y a pensar que tenemos que «superarlo» todo con una sonrisa. Pero como cristianos, sabemos que la vulnerabilidad es una puerta abierta para la sanación. La Biblia nos anima a ser sinceros con Dios y con nosotros mismos. En Filipenses 4:6-7, se nos exhorta: «No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios, y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.»
Dios no quiere que ocultemos nuestras luchas. Él quiere que acudamos a Él con sinceridad, reconociendo nuestras emociones, y Él nos dará la paz que necesitamos, no para ignorar nuestros problemas, sino para encontrar esperanza en medio de ellos.
La verdadera motivación cristiana
La motivación cristiana auténtica no es forzar una actitud positiva constantemente, sino reconocer nuestra dependencia de Dios en todo momento. Es aceptar que hay días en los que nos sentimos débiles, tristes o desanimados, pero también confiar en que Dios está con nosotros en cada paso del camino. En 2 Corintios 12:9, Pablo nos recuerda que «basta mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». En otras palabras, cuando nos sentimos débiles o derrotados, la gracia de Dios se muestra de manera más poderosa.
La verdadera motivación cristiana se encuentra en el gozo de saber que Dios está con nosotros, sin importar cómo nos sintamos en un momento dado. El gozo no depende de las circunstancias externas, sino de nuestra relación con Él. Por lo tanto, cuando nos sintamos desmotivados o cansados, podemos recordar que la paz de Dios está disponible para nosotros en todo momento, y que en Él podemos encontrar la fortaleza para seguir adelante.
La falsa motivación nos impulsa a ocultar nuestras emociones y a pensar que debemos estar siempre felices y motivados. Pero la Biblia nos enseña que está bien sentir tristeza, dolor y frustración. Lo importante es no quedarnos atrapados en esos sentimientos, sino acudir a Dios, quien es nuestra verdadera fuente de esperanza y consuelo.
Recuerda, no tienes que estar siempre motivado o feliz para ser un buen cristiano. Lo que Dios quiere es que seas genuino, que confíes en Él en medio de tus emociones y que busques su paz. La verdadera motivación cristiana proviene de saber que en medio de nuestras luchas, Él está con nosotros, guiándonos y fortaleciéndonos cada día.
Deja tu comentario