Cuando la fe desafía la lógica

Hay momentos en la vida en los que el ser humano llega al límite de sus fuerzas. Cuando la razón ya no alcanza, la fe comienza a actuar.
En la Biblia encontramos muchos ejemplos de hombres y mujeres que enfrentaron situaciones imposibles y fueron testigos del poder sobrenatural de Dios.
No fue su inteligencia, ni su fuerza, ni sus recursos lo que cambió su destino, sino su confianza en un Dios que obra donde la lógica se detiene.

Hoy queremos recordar tres historias que marcaron la historia del pueblo de Dios: Moisés, Elías y la viuda de Sarepta. Tres vidas que demuestran que, cuando hay fe, el cielo se abre, el fuego desciende y la provisión nunca se agota.

Moisés: cuando el mar se abrió

Moisés había obedecido el llamado de Dios para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. Pero justo cuando parecía que todo iba bien, se encontraron atrapados entre el ejército del faraón y el Mar Rojo.
No había salida, no había armas, no había esperanza humana.
Y fue entonces cuando Dios le dijo a Moisés:

“Alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo.” — Éxodo 14:16

El viento sopló toda la noche, y el mar se abrió. El pueblo cruzó en seco, mientras el enemigo quedó atrás.
Aquel día, Dios transformó una huida desesperada en un camino de libertad.
Moisés nos enseña que cuando obedecemos aunque no entendamos, Dios abre sendas donde antes solo veíamos un muro. El milagro llega después del paso de fe.

Elías: cuando el fuego cayó del cielo

Elías vivió en una época donde el pueblo de Israel se había alejado de Dios y adoraba a Baal. Él desafió a los falsos profetas a una prueba en el monte Carmelo: “El Dios que responda con fuego, ése sea Dios.”
Ambos construyeron sus altares, pero solo uno vería la respuesta del cielo.
Elías oró y dijo:

“Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios.” — 1 Reyes 18:37

Y el fuego descendió del cielo consumiendo el sacrificio, las piedras y hasta el agua que lo rodeaba.
Elías nos recuerda que la fe verdadera no depende del espectáculo, sino de la intimidad con Dios.
El poder de su oración no estaba en las palabras, sino en la relación que tenía con Aquel que puede hacer descender fuego sobre lo imposible.

La viuda de Sarepta: cuando lo poco se volvió suficiente

Durante una gran sequía, el profeta Elías fue enviado por Dios a casa de una mujer viuda que apenas tenía un puñado de harina y unas gotas de aceite. Estaba preparando su última comida antes de morir de hambre junto a su hijo.
El profeta le pidió que primero le hiciera un panecillo a él, prometiéndole que ni la harina ni el aceite se acabarían mientras durara la sequía (1 Reyes 17:8-16).
A pesar de su necesidad, ella creyó y obedeció.
Y así fue: día tras día, la provisión no faltó en su casa.

Esta historia nos enseña que Dios puede multiplicar lo poco que tenemos cuando lo ponemos en Sus manos.
El milagro de la viuda no solo fue material, sino también espiritual: aprendió que el Dios de Israel es fiel, incluso con quienes no formaban parte de Su pueblo.

 

Nunca olvides que:

Moisés vio el mar abrirse, Elías vio el fuego descender, y una mujer anónima vio su despensa llenarse día tras día. Tres personas distintas, tres contextos diferentes, pero un mismo Dios poderoso y fiel.
Dios sigue haciendo milagros hoy. Tal vez no abra un mar ante ti, pero puede abrirte una puerta. Quizá no envíe fuego del cielo, pero puede encender tu fe. Y puede multiplicar lo que creías insuficiente, si confías en Él.

Cuando tu situación parezca imposible, recuerda que Dios no necesita condiciones favorables, solo corazones dispuestos.
El milagro no depende de cuán grande sea tu problema, sino de cuán grande es tu fe en el Dios que todo lo puede.

Versículo para guardar en el corazón:

“Porque para Dios no hay nada imposible.” — Lucas 1:37

Los milagros que vemos en la Biblia no son trofeos del pasado, son señales del carácter de Dios: abre camino (Moisés), confirma su señorío (Elías) y sostiene cada día (viuda de Sarepta).
El mismo Dios sigue obrando hoy, aunque a veces su intervención tome formas distintas: una puerta que se abre, una palabra que enciende tu fe, una provisión que alcanza justo a tiempo.

  • Cuando el miedo te acorrale como a Israel frente al mar, da el paso de obediencia que Dios ya te pidió. La senda suele aparecer después del paso.

  • Cuando la cultura te presione como a Elías en el Carmelo, vuelve al altar: restaura tu oración y tu consagración; el fuego no cae sobre piedras frías.

  • Cuando lo poco no alcance como a la viuda, pon primero a Dios. La fidelidad cotidiana es el lugar donde la provisión no cesa.

Preguntas para hacerte:
¿Qué “mar” necesitas cruzar con fe esta semana? ¿Qué “altar” debes reconstruir para que el fuego vuelva a arder? ¿Qué “vasija” quieres ofrecer a Dios para que Él la llene?

Esperamos que puedas recobrar el ánimo y la fe en Cristo. Búscanos en redes como: Radio Hcjb2