Una mujer millonaria, asistía regularmente a la iglesia, más por costumbre que por deseos de servir a Dios. Siempre escuchaba acerca del cielo, no sentía mucho interés, ya que, según decía ella, tenía aquí todo lo que deseaba. Por eso cuando recogían las ofrendas, siempre echaba sólo unas cuantas monedas, pensando que ella no necesitaba de recompensas en el cielo.
El día que murió, llegó al cielo, y vio que las mansiones no eran muy diferentes a la mansión en la que ella vivía en la tierra. Se le acercó un ángel que se ofreció a guiarla hasta el lugar en que viviría por toda la eternidad y ella acepto sin mucho interés.
Empezó a caminar en pos del ángel, pero al ver que caminaba y caminaba y no llegaba, comenzó a desesperarse, hasta que vio dos bellísimas mansiones. El ángel se detuvo frente a ellas y ella pregunta: “¿Cuál de esas es la mía?”. “Ninguna”, responde el ángel. Es aquella que está detrás de esas. Allí estaba una casa chiquita de madera, muy vieja, con hoyos por todos lados, y con muebles mal hechos.
Viendo eso la mujer reclamó: “¿Por qué me van a dar ese tipo de casa y no de las otras?” El ángel le respondió: “Porque es todo lo que pudimos hacer con lo que mandaste desde la tierra”.
Vivimos en un mundo que no sabe ser generoso. La avaricia parece mover este mundo, la gente toma decisiones basadas en lo que les produce más dinero y no en sus dones o gustos. La falta de generosidad trae crisis, ¿Cómo podemos cambiar esta realidad?
Primero, comienza con las pequeñas cosas. La generosidad es una virtud de Dios que se refleja en nosotros en las pequeñas cosas de la vida, en la familia, la sociedad, las finanzas, etc. El esposo puede comenzar siendo generoso no buscando lo suyo propio sino velando por el bienestar de su esposa e hijos, la esposa puede comenzar siendo generosa en sus palabras de afirmación hacia su esposo e hijos, el trabajador puede comenzar ofreciendo unas horas extras cuando hay mucho trabajo.
Segundo, da algo sin esperar nada a cambio. Estamos acostumbrados a hacer o dar algo a cambio de algo: horas y esfuerzo por dinero, favores con intereses, servicio por recompensas, etc. Para empezar a ser generoso haz algo por alguien que no te puede pagar, que no te va recompensar, alguien que no conoces, que no te cae bien o que no estaba dentro de tus planes.
Tercero, avanza siempre al próximo nivel de generosidad. Nuestro señor Jesús es nuestro ejemplo de generosidad quien se dio a sí mismo, se despojó de su gloria para hacernos ricos y darnos bendición. Ofrece la ayuda a quien lo necesita, guía a una persona al baño, carga una bolsa, ve a la iglesia no solo cuando tengas ganas , sino porque eres generoso en tu tiempo, ofrece tu servicio como ujier, maestro, líder, anfitrión, etc.
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