“Y te acordarás de todo el camino por donde el Señor tu Dios te ha traído por el desierto durante estos cuarenta años, para humillarte, probándote, a fin de saber lo que había en tu corazón…”

 

El relato de la creación nos dice que Dios no quería que la gente viviera en el desierto. Él hizo a Adán y Eva y los puso en un hermoso jardín llamado Edén, donde no había sequía ni tierras áridas. Pero cuando Adán desobedeció a Dios, el pecado entró en el mundo y trajo consigo la muerte. El pecado de Adán hizo que todos los demás también pecaran, y por eso todos enfrentamos la muerte.

 

En la actualidad, Dios, que nos ama como un padre cariñoso, quiere que nos acerquemos a Él de corazón. Esto es lo que hizo con Israel cuando estaban en el desierto: Él observaba sus actitudes y los corregía, como un padre hace con su hijo.

 

Así que Dios llevó a Israel al desierto de manera intencional por un tiempo. Todo era parte de su plan. 

 

El desierto es un sitio donde ocurren cambios profundos. Ya sea que estés pasando por el desierto del desempleo, la soledad, la enfermedad o la pérdida, cuando salgas de ahí, podrías haber cambiado para bien o para mal. Tal vez te conviertas en una persona más madura espiritualmente y más receptiva a la voz de Dios.

 

Cuando atravieses tiempos difíciles en el desierto y te sientas al límite del colapso o la desesperación, es probable que te sientas tentado a exigir señales de Dios para confirmar su presencia y asegurarte de que no te ha abandonado. Puede que te sientas tentado a quejarte contra Él y a olvidar las maravillas que ha realizado en el pasado (Juan 6:30). Sin embargo, Dios nos llama a dejar de lado la queja y el deseo de presenciar más señales milagrosas, para que podamos dirigir nuestra atención a la persona a quien apunta el maná: Jesucristo.

El desierto brinda una valiosa oportunidad para fortalecer nuestra relación y conexión con Cristo, ya que Él es la verdadera y más grande provisión de Dios para nosotros en medio de las dificultades. En esos momentos, simplemente debemos mirar hacia Jesús y confiar plenamente en Él.

 

Te animamos a que tenga más comunión con el Padre y te acerques con un corazón humillado a pedir fuerzas para aprender sobre tu paso en el desierto y crecer espiritualmente.