«Estoy orando por ti».

¿Con qué frecuencia has escuchado estas palabras? ¿Con qué frecuencia las has dicho tú mismo y te has preguntado si hacen alguna diferencia?

Queremos que sepas que tus oraciones son muy importantes. Eso es algo que el Dr. Charles Stanley dejó en claro en la forma reflexiva en que abordó la oración a lo largo de su vida.

¿Alguna vez has orado por alguien y has visto florecer su vida? ¿O sabías que un amigo estaba intercediendo por ti y creías que la fuerza que estabas experimentando era gracias a sus oraciones?

Por supuesto, todos hemos orado por alguien y no hemos visto ningún resultado obvio. Pero esa no es necesariamente una razón para dejar de orar. Dios ha elegido obrar a través de las oraciones de Su pueblo.

Las Escrituras confirman que debemos orar por «todos los hombres» (1 Timoteo 2:1), lo que nos incluye unos a otros (Efesios 6:18), pastores (v. 19), personas que aún no han respondido al llamado de Dios a servir (Mateo 9:38), por los incrédulos (Romanos 10:1), por los que tienen autoridad (1 Timoteo 2:1-2) y por nuestros enemigos (Mateo 5:44).

La oración intercesora es el camino de vida del creyente. Entonces, ¿cómo oramos eficazmente por los que nos rodean, para que nuestras palabras no solo se hablen por deber, sino que tengan la atención de Dios y produzcan un cambio y una bendición real?

Aquí hay cuatro principios para una intercesión efectiva:

Primero, ora desde un corazón de amor y compasión.

Este es el corazón de nuestro Salvador y debe ser nuestro cada vez que intercedemos por alguien. Si tenemos un problema con la persona por la que estamos orando, Dios comenzará primero con nuestro propio corazón, para que podamos orar con genuina preocupación y amor.

Segundo, reconozca que nuestras oraciones son el vínculo entre Dios y la necesidad de esa persona.

Esto significa que nos identificamos con las personas por las que estamos orando y estamos personalmente involucrados en su solución. Sabremos que estamos personalmente comprometidos cuando estemos dispuestos a ser parte de la respuesta.

Tercero, desean su mayor bien.

No siempre es fácil, pero si vamos a orar eficazmente por otra persona, debemos renunciar a nuestros deseos por cuál será el resultado. Esto es más difícil cuanto más cerca estamos de la persona por la que estamos orando.

Se necesita un profundo sentido de entrega para orar de esta manera por un cónyuge o un hijo, por ejemplo. Pero cuando confiamos en Dios, podemos aceptar Sus acciones, sabiendo que Él es más conocedor y más perfectamente amoroso de lo que nosotros podemos ser.

Finalmente, debemos estar dispuestos a perseverar incluso cuando no hay una respuesta obvia.

Quizás tengamos que esperar años para ver resultados visibles. A veces, quizá no veamos la respuesta en absoluto, pero podemos consolarnos sabiendo que Dios nos escucha y responde con sabiduría y en Su tiempo.

Al perseverar en la oración, podrás ver el extraordinario poder de Dios produciendo cambios que nunca creíste posibles.

La oración es un privilegio preciado que Dios te ha dado para marcar la diferencia en la vida de otra persona.

En este lado del cielo, no hay forma de saber lo que Él hará si tomas en serio estos sencillos principios y los aplicas a tus oraciones.

Para Su Gloria,
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