Las abuelas no tenían YouTube, ni medidores, ni ollas inteligentes… pero ¡nadie cocinaba como ellas! Su cocina olía a hogar, paciencia y amor.
Hoy recordamos esos pequeños trucos que no solo mejoran la comida, sino también el corazón.
-El secreto no está en la receta, sino en el cariño
Las abuelas cocinaban con tiempo y sin apuro. Mientras revolvían la olla, también oraban, cantaban o aconsejaban.
“El amor es el mejor condimento.”
Y es cierto: un plato preparado con corazón siempre sabe diferente.
“Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor.” — Colosenses 3:23
-Un poquito de esto… y otro poquito de aquello
Cuando les preguntabas cuánto ajo, respondían: “¡Lo que te diga el corazón!”
Tenían un don natural para medir con la intuición.
Cocinar así nos enseña a confiar en la experiencia y disfrutar el proceso, no solo el resultado.
-Nada se desperdicia
Pan duro, cáscaras, arroz del día anterior… todo servía para algo. Las abuelas eran maestras del reaprovechamiento.
Hoy, cuando tiramos comida, olvidamos ese principio de gratitud y sabiduría.
“Dios multiplica cuando nosotros cuidamos lo que Él nos da.”
“El sabio almacena, el necio desperdicia.” — Proverbios 21:20 (parafraseado)
El fuego lento hace milagros
No había microondas ni ollas a presión, pero sí paciencia.
Ellas sabían que los mejores sabores necesitan tiempo, igual que la vida: los procesos lentos dan los mejores resultados.
“Todo tiene su tiempo.” — Eclesiastés 3:1
El toque final siempre era fe
Antes de servir, muchas hacían la señal de la cruz, o decían: “Gracias, Señor, porque nunca faltó el pan.”
En su cocina había sazón, pero sobre todo, fe en la provisión de Dios.
📖 “Jehová es mi pastor; nada me faltará.” — Salmo 23:1
Hoy quizás cocinamos con más tecnología, pero los secretos de la abuela siguen siendo los mismos: Paciencia, amor, gratitud y fe.
Porque una buena comida no solo alimenta el cuerpo… también el alma. ❤️
Por cierto, el plato que más me encantaba de mi abuelita, era el sancocho blanco.
¿Qué platos eran tus favoritos?
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