Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo por la resurrección de Jesucristo. Esto nos da una viva esperanza, y hará que ustedes reciban la herencia que Dios les tienen guardada en el cielo, la cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse. Por la fe que ustedes tienen en Dios, Él los protege con su poder para que alcancen salvación que tiene preparada, la cual dará a conocer en los tiempos últimos.
Por esta razón ustedes están llenos de alegría, aunque quizás sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación, gloria, y honor cuando Jesucristo aparezca.
Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en Él sin haberlo visto, se alegraran con su alegría tan grande y gloriosa que nos pueden expresarla con palabras, por haber conseguido la salvación de sus almas; pues tal es la meta de su fe.
Los profetas, que anunciaron la gracia reservada para ustedes, estudiaron cuidadosamente esta salvación. Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría después de estos. A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que les predicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo enviado del cielo.
Aun los mismos ángeles anhelan contemplar esas cosas. 1 Pedro 1:1-12
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