Hay días en los que, literalmente, no quieres hacer nada, no quieres ni levantarte de la cama. Existe en ti un sentimiento de pesar muy fuerte, pensamientos de tristeza ocupan tu mente, estás cansado de hacer el bien pensando que no has obtenido el resultado que es justo.
Y sí, a veces la vida parece injusta: damos abrazos y nos dan patadas, damos amor y nos devuelven traición, damos alegrías y nos decepcionan. La pregunta lógica que nace es: ¿qué hacer? Qué hacer con aquel sentimiento de decepción hacia otros y, lo que es peor, hacia nosotros mismos. La respuesta es: perdonar.
Tal vez este pensamiento llegue a tu mente: “como no me di cuenta que esto estaba pasando”. Pasó, y no lo podrás remediar. Ante esto, lo mejor es decir: ¡vamos a hacerlo! Si, vamos a empezar nuevamente, vamos a empezar desde cero, pero vamos a hacerlo bien. De la forma correcta, de la forma en donde esté más atento a todo, vamos a ir despacio, sin prisa pero sin calma, los días son malos algunos, pero otros tantos quieres que no se acaben.
Sí hay días y días, de todo da la mata, lo importante es comenzar a sembrar días mejores para cosechar buenos tiempos en el futuro. Lo importante siempre será que sepamos y estemos seguros de que aunque estemos en el momento más oscuro, allí está nuestro Dios, nuestro Padre amado, que nos extiende la mano y nos dice: “Hijo mío, jamás te dejaré. Ni tus errores, desilusiones o adversidades podrán disminuir el amor que siento por ti; confía en mí, no temas, yo estoy contigo”.
“Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo”.
Isaías 41:13
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