El compositor estadounidense John Cage cuenta que, en cierta ocasión entró en una cámara experimental en la que no se oía ningún sonido… Cage escuchó con toda atención y llegó a la conclusión de que, a pesar de todo, percibía dos sonidos: uno grave y otro agudo. El sonido grave era su propia sangre circulando y el agudo su sistema nervioso funcionando. Cage llegó a la conclusión de que el silencio no existe.
En nuestra experiencia diaria parecería que Dios permanece en silencio, mientras todo el mundo hace bulla. A pesar de su grandeza, Dios quiere ser conocido y escuchado. Aunque Dios no es visible, podemos hablar con Él, hacerle preguntas y escucharlo, y Él nos da su respuesta y guía para la vida.
Él Señor a menudo da esas respuestas y esa guía a través de su Palabra, la Biblia, la cual muchos han llamado la carta de amor de Dios para nosotros. Jesús dijo: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre, yo entraré a él”. Como dijo Cage, el silencio no existe…y el de Dios tampoco.
Por: Mauricio Patiño Bustos
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