Cada 9 de octubre, Guayaquil se viste de azul celeste y blanco para recordar la madrugada en que decidió ser libre.
Corría el año 1820, y la ciudad ya era un puerto bullicioso, lleno de comercio, ideas nuevas y sueños grandes. Sus calles respiraban progreso, y sus habitantes, especialmente los criollos, sentían que había llegado el momento de romper las cadenas del dominio español.
En una noche silenciosa, los patriotas se reunieron con un propósito común: que Guayaquil amaneciera libre. Y así fue.
El 9 de octubre de 1820, sin grandes ejércitos ni cañones, pero con convicción y valentía, los revolucionarios se levantaron y lograron la independencia de la ciudad, marcando un ejemplo para toda América Latina, que también buscaba forjar su libertad.
Aquel acto encendió una chispa que luego daría paso a gestas memorables como la Batalla de Pichincha en 1822 y la de Ayacucho en 1824, sellando el sueño de independencia continental.
Este 2025, se cumplen 205 años de aquella gesta heroica. Una historia escrita por nombres que aún resuenan: José de Villamil, León de Febres-Cordero, Luis Urdaneta, José de Antepara, Miguel de Letamendi y José Joaquín de Olmedo, quien fue designado presidente de la Junta de Gobierno de la naciente Provincia Libre de Guayaquil.
Bajo su liderazgo nacieron también una de las primeras banderas y escudos de armas de nuestra historia nacional.
Fue una victoria lograda con inteligencia y unidad: 1.500 hombres armados que obedecieron la voz de la libertad más que la del miedo.
El mundo también cambiaba: la corona española estaba debilitada, y el espíritu de independencia que soplaba desde la Revolución Francesa y Estados Unidos llegaba como viento nuevo a las costas del Pacífico.
Así, Guayaquil no solo se liberó… sino que inspiró a toda una nación a levantarse y creer que la libertad era posible.
Hoy bendecimos a esta hermosa ciudad, orgullo del Ecuador y símbolo de libertad.
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