Recogen las crónicas de la ciudad de Florencia, Italia, cómo un enorme bloque de espléndido mármol, había estado abandonado en los talleres por casi cuarenta años. El artista del renacimiento Miguel Ángel Buonarroti, solicitó que se le concediera ese material y se puso manos a la obra.

Se cuenta que, una vez terminada su tarea, se le preguntó a Miguel Ángel cómo se le había ocurrido una obra tan bella e imponente a partir de un trozo de mármol desechado. Su respuesta fue que la escultura, estaba ahí adentro; y sólo era necesario quitar lo que sobraba.

Esto es lo que Dios hace con nosotros, que somos su creación. Nadie es un trozo de mármol a desechar. Dios como el escultor del universo, toma el martillo y el cincel, y quita de nuestra vida, individual y comunitaria, lo que estorba e impide apreciar su maravillosa imagen en ella. Somos como una obra de arte en potencia. Dios puede restaurarte, sacar la escultura perfecta que llevas por dentro si tú se lo permites.

Por: Mauricio Patiño Bustos