Guía: persona que conduce a otra por el camino que ha de seguir.

Los padres tienen este rol y además que sea un buen camino. Con amor lo hacen, con cariño, son imperfectos pero con corazón grande, te apoyan en las metas y los sueños.

Aquel que te enseña cuando no sabes, corrige cuando estas equivocado.

Disciplinar sin enseñar es injusto.

Disciplinar habiendo enseñado, tiene efecto porque hay oportunidad de corregir la equivocación.

Los padres reprenden cuando un hijo se desvía. Reprender es la desaprobación a causa de su actuación o su comportamiento el cual ha sido una desviación del buen camino.

El que disciplina se identifica con el que cometió la falta, se compadece, se conmueve, se apena e incluso sufre; porque el ingrediente es el amor.

El que disciplina está ejerciendo un rol de autoridad y por lo tanto entendiendo que autoridad significa, “ayudar a crecer”, esa es la motivación y la actitud al disciplinar.

Practicar cuando se requiera la disciplina significa dar atención y cuidado y por tanto seguridad. Cuando disciplino no ignoro, no disciplinar es ignorar y esto es descuido y alejamiento del ser querido.

Pese a la incomodidad que puede causar la disciplina, la Biblia dice que: Hebreos 12:11 “Claro que ninguna disciplina nos pone alegres al momento de recibirla, sino más bien tristes; pero después de ser ejercitados en ella, nos produce un fruto apacible de justicia”.

La disciplina es con metas u objetivos, eso es tener visión y así se llega a puerto seguro, mientras no practicarla, es estar sin visión y alguien sin visión se pierde.

Como los padres dan soporte, parte de este soporte es disciplinar, porque tiene que ver con brindar seguridad, con límites.

A continuación se relata la historia de Ícaro, dándonos un clásico ejemplo de disciplina y límites:

“Dédalo era un herrero admirable y tenía un alumno, Talos, que perfilaba brillantemente como para superar al maestro en el futuro.

Dédalo se puso celoso y un día decidió suprimir a esa promesa humana que lo desplazaría con el tiempo, el crimen se descubrió y lo desterraron. Dédalo se refugió en Cnosos, donde fue encerrado en un laberinto con su hijo Ícaro.

Para huir del laberinto, el papá de Ícaro, el habilidoso Dédalo, hizo un par de alas para sí y otro para su hijo, ya que sólo volando podrían evadirse de esa prisión. Estaban hechas con plumas de ave atadas con hilos y otras más pequeñas atadas con cera.

Después de haber preparado el par de alas de Ícaro, le dijo con lágrimas en los ojos:
-Hijo mío, ten cuidado. No vueles a demasiada altura para que no se funda la cera a causa del sol; ni demasiado bajo, para que el mar no humedezca las plumas.

Ambos emprendieron el vuelo de la libertad.

-Sígueme -le dijo-, y no tomes un rumbo propio.

En pleno vuelo, Ícaro desobedeció y comenzó a remontar su ruta hacia el sol. Dédalo se dio vuelta y ya no lo vio. Solamente alcanzó a percibir las alas que iban cayendo y flotaban en el agua; el sol había derretido la cera e Ícaro había caído trágicamente al mar”.

Por: Marco y Martha Claudia Mosquera