Dos jóvenes cuentan cómo vivían antes de la cuarentena. Una vida sin mucho sentido, sin imaginarse que todo cambiaría.

Uno de ellos, antes de la emergencia, había tenido una decepción sentimental. El dolor en su corazón, le causó mucho enojo, que no quería ir a la iglesia donde asistía. El otro joven, en cuanto empezó la pandemia, se quedó sin empleo. Los dos se preguntaban ¿Y ahora qué va a pasar? ¿Dónde trabajo? ¿Dónde puedo servir?

Un día, los involucran para servir en fundación Tacita Caliente; la fundación estaba entregando alimentos a personas en necesidad extrema; para estos dos jóvenes, todo cambio.

Cuando conocieron de cerca, la escasez de otros, descubrieron lo afortunados que son. Uno de los jóvenes, reconoció que él, nunca se habían detenido ni siquiera para darles un caramelo a las personas que viven en la calle. El otro joven, pensaba que la vida era trabajar, pagar y obtener cosas.

Después de involucrarse armando kits de alimentos, e ir a entregarlos a familias en necesidad, la forma de ver la vida, les cambio totalmente.

Esta cuarentena, les permitió ver que hay personas, que están en extrema necesidad, en la parte material, pero también en lo espiritual. Cada entrega de kits de alimento, se convirtió en una oportunidad para compartir de Jesús.

Ahora ellos saben que la vida no se mide por lo material, que hay faltantes, sí, pero eso no resta felicidad.

Ahora saben que, en medio del dolor en el corazón, o cualquier desilusión, Dios siempre está para sanar, preparándonos para que mostremos de su amor, a los demás.

Ahora los dos jóvenes, son sensibles al dolor de los demás, se detiene para dar.

Puede faltarnos todo, menos el deseo de servir, con o sin cuarentena.