A menudo intentamos cambiar a las personas, principalmente a quienes hemos elegido pasar la vida a su lado. En el intento usamos frases de color verde esperanza, de rojizo romántico, o de dorado persuasión, sin embargo no logramos provocar dicho cambio; En lugar de eso, en el camino nos damos cuenta que ni aun la cromática completa del mejor color sería suficiente para propiciar un ambiente de cambio que esperamos lograr en él, o en ella.

Con frecuencia tratamos afanosamente que la otra persona sea lo que no es, que se ajuste a lo que queremos, que cubra mis deficiencias o necesidades, pero nadie puede cambiar a nadie. Procurar cambiar a las personas produce tensión, resistencia de personalidades, complacencias aparentes y temporales.

El cambio no es cuestión de hacer, sino de ser. El cambio está en la profundidad de la actitud y en las sensaciones de la decisión. Es tan propio y facultativo del individuo que, a lo sumo, y con mucha suerte, es posible solo acompañar a quien desea iniciar un proceso de cambio como un intento de acercarse a su esencia (Conti, 2005). Una muestra de interés genuino que se puede expresar por una persona es procurar conocerla y respetarla tal como es.

Por naturaleza, las personas nos resistimos al cambio, sea por comodidad, egoísmo, temor o, “porque somos así”. Por lo tanto, ni la imposición o la amenaza, ni el ruego o la adulación nos mueve a cambiar. Solo la voluntad de obedecer a Dios y actuar en Su amor puede reorientar el rumbo de una persona. Únicamente el Espíritu de Dios produce una identidad renovada donde “Recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, como una diadema real en la palma de tu Dios”. Isaías 62:2-3, NVI.

Queda claro que asumir la posibilidad de cambiar a la otra persona es un mito. Lo real que uno puede hacer es modelar, ser ejemplo, acompañar e influenciar con el lenguaje preciso de amor, es decir, con hechos y palabras de estímulo que entiende la persona que vive a nuestro lado.

Por: Duval Rueda Espinoza