Los expertos del fútbol dicen que un partido generalmente tiene tres esquemas de planteamiento en la cancha: defensivo, resistencia en medio campo y posición de ataque.

En la cancha de la vida nuestro destino se plantea también en estos tres esquemas: defensivo, resistencia de medio campo y posición de ataque.

Las personas que ubican su vida en una posición de defensa pasan todo el tiempo replegados, llenos de temor, moviéndose de derecha a izquierda, pero sin avanzar al frente. No toman decisiones firmes ni se arriesgan a entablar los grandes compromisos. En este esquema la derrota se transforma en una amenaza monstruosa. Crece el peligro no disfrutar lo que tenemos y lo que hacemos.

En una vida con esquema defensivo las aspiraciones no pasan de un empate, de vivir a medias, de conformarse en cuidar un resultado de premio consuelo.

La vida de medio campo, mientras tanto, no tiene mucha claridad. Se puede pasar hablando sobre defenderse o atacar y las decisiones son ambiguas, “ni sal, ni azúcar”, “ni chicha, ni limonada” Las personas de este esquema viven con la nostalgia de glorias pasadas, ocasionales, de lo bonito que un día sintieron o vivieron, pero con la perturbación del éxito interrumpido.

En el planteamiento de medio campo se alaban los triunfos y se justifican las derrotas, pero no se hacen los cambios para responder a la insistente pregunta ¿dónde estaríamos si hubiéramos emprendido con decisión?.

En cambio, quienes se trazan un esquema de ataque su consigna es ganar, su meta está en frente. Desarrollan mejores toques, se animan a sí mismos y animan al que está a su lado. Juegan en equipo, gritan más goles, viven el uno para el otro, corren hasta el final del partido y salen con la frente en alto a pesar de la intensa fatiga.

Un esquema de ataque se determina por una actitud valiente, por desafíos eternos de bienestar actual, y es garantizada con la presencia de Dios, para un destino que se renueva en la mente de una persona común que decide vivir extraordinariamente. Alguien así se convierte en bendición de su propia vida y de quienes le rodean. Alguien así sabe que con táctica de “ataque” se llega al arco como al corazón.

Por: Duval Rueda